sábado, 31 de julio de 2010

Preguntas idiotas, de jueces absurdos


La prensa de estos días se ha hecho eco (véanse los recortes recogidos al margen) de las capciosas o ‘ingeniosas’ preguntas que algunos jueces absurdos --digámoslo así-- hacen a los hispanoamericanos que quieren nacionalizarse españoles.

En ella leemos, por ejemplo, cuestiones tan tontamente planteadas como “¿qué pasó en España en 1871 (o, también, en 1704; o, también, en el s. VIII) )?”, “nombre un escritor español nacido en 1866”, “¿cómo está dividido el Gobierno”?, “¿cómo se llama el presidente del congreso?”, “cite tres escritores de la posguerra”, … o tan esotéricas como “¿en qué consistió la Revolución de 1868?; y a las que, ‘razonablemente’, nadie puede contestar…

… porque… en 1704, 1871, o en el siglo ocho,… ¡a mí no me mire!: ¡yo no estuve!: ¡no soy culpable, señor juez! Y… ¿nombre un escritor etc? Pues, perdóneme: pero yo no estuve ese año encargado del Registro…

La del Gobierno es más fácil. Sobre todo, cuando no se dice a qué Gobierno y de qué país y época se refiere. De modo que seguro que acertamos si decimos que “entre ineptos y sinvergüenzas”.

En cuanto a escritores de posguerra… ¡puf!: ¡con la de guerras que ha habido! ¿Se refiere tal vez, señor juez, a la Guerra de los Cien años? Porque ¡ya está bien de seguir dando la matraca con las guerras!... ¿Es que usted, acaso, las echa de menos? Porque si fuese así, ¡váyase al manicomio y déjenos en paz a los demás!...

Lo del “presidente del congreso” también es chusco: ¿de qué congreso? ¡Se celebran cientos en el mundo todos los días!... ¿O es que usted, señoría, quiere que le adivinemos el pensamiento? Porque si fuese esto, ¡váyase al circo!...

Por lo demás, todas las ‘revoluciones’ consisten en lo mismo: en que unos listillos, y para su propio y exclusivo provecho, logran engañar a muchos ingenuos que… ¡son los que acaban pagando el pato!… llámese como se quiera llamar lo que se predicaba… Porque la gente normal lo que quiere es que la dejen vivir en paz en tanto ella deje también vivir a los demás; y que incluso la ayuden a vivir mejor en tanto que ella también ayude a vivir mejor a los demás.

Pero, señores jueces con afán de protagonismo: lo que no es de recibo es que ustedes se comporten como xenófobos que hacen gala de su racismo envolviéndolo en ingeniosidades que no vienen a cuento.

Estoy seguro que cualquier profesional de cualquier materia ajena a la de su interlocutor puede hacerle preguntas que jamás sepa contestar. Y ¿le vamos a quitar o a negar la nacionalidad por eso?

El problema, el ¡gravísimo problema!, es que hay jueces que, con eso de la ‘opinabilidad’ en la judicatura --abusiva discrecionalidad que ¡casualmente! siempre va en perjuicio de la epiqueya en el Derecho--, hacen lo que les viene en gana pero escapando a la prevaricación (que exige ‘ser conscientes’ de la injusticia) porque siempre dicen que sólo era ¡cuestión opinable!…
Excepto, claro, cuando el propio juez (como parece Garzón), que ha resuelto algún asunto en un sentido, resuelve después otro similar pero en sentido opuesto…

Rabieta neonazi: prohiben los toros

El exabrupto de prohibir los toros por la rabieta de algunos catalanes con ínfulas neonazis, flaco favor les hace, porque les desvela como xenófobos trasnochados.

En efecto: la cultura nazi se caracterizaba esencialmente por su endogamia furibunda, que pretendían a base de prohibir, y aun ‘exterminar’, todo y a todos los que no fueran ellos y de ellos mismos. Es la típica postura de quien tiene conciencia de su inferioridad, y que quiere ocultar, ‘sublimar’ diríamos en términos psiquiátricos, haciendo gala de todo lo contrario: de tiranía con la que aniquilar a todos y a todo lo ajeno.

Así, cuanto más triste provinciano, localista, encerrado en su parcelilla de tres al cuarto se es,… más quiere uno erigirse en ‘ombligo del mundo’, creerse un diosecillo supremo que sólo él se lo guise para sólo él comérselo, y que se encela con la paranoia de destacar gracias a haber machacado, abajado (pues se sabe incapaz de competir de otro modo), al resto del mundo…

La expresión más tristemente célebre de esta tipología fue Hitler, personaje débil, inseguro, enfermizo, secretamente afeminado,… que quiso encubrir su parva y hasta patética realidad lanzando soflamas a ingenuos a quienes enfervorizar para sumergirse así en esa muchedumbre de exaltados y esconderse entre ella. Y olvidar así su propia miserable condición y el propio repudio que sentía hacia sí mismo…

Y algo, o mucho, de esto nos recuerda la postura de algunos catalanes que, a fuer de anclados en prehistóricos sentimientos tribales, quieren arrasar toda expresión cultural que no sea la que a ellos les plazca, y se apuntan a la loca carrera de prohibir y de perseguir, como hacía el nazismo, todo y a todos cuantos no exhiban la pureza de un pedigrí suicidamente endogámico…

Porque si de defensa del animal se tratase, combátase, lo primero, los “correbous”, festejos con reses emboladas con fuego: donde el animal es vejado y agredido, indefenso y hasta su extenuación, con la fuerza bruta, pura y dura, y la burla denigrante.

Pero las corridas de toros son muy diferentes. Son un duelo “de honor” entre el morlaco y el maestro: de poder a poder, de tú a tú. Donde la fiereza del astado ha de ser doblegada mediante el ingenio, la finura, la templanza, la valentía y el arte del torero. Y donde aquél siempre puede empitonar y sólo humilla y obedece, hasta entregarse, ante la mayor valía y sabiduría de un Homo sapiens.

Sólo la suerte de varas, y tal como se ejecuta hoy, nos merece reprobación. Porque, en ella, la mayor casta del toro cuando se encela con el caballo, en vez de premiarse (como debiera), se aprovecha para sangrarle y castigarle muchas veces abusivamente. Y eso es injusto.
Esta parte de la lidia creemos que debería cambiarse. Por ejemplo, por una secuencia de toreo ecuestre en el que se le prendiesen rejones que le ahormasen en la medida que las puyas pretenden. Pero manteniendo en todo momento el carácter de duelo a la par, y la exigencia de maestría, coraje y arte.

Pero ¿prohibir “la Fiesta”? Como digo, más bien nos recuerda la rabieta neonazi de un dictador de pacotilla que emula aventajadamente los exterminios de aquel “Fahrenheit”
peliculero donde, por decreto, se arrasaba con toda biblioteca… por el temor del tirano a perder sus privilegios…

domingo, 21 de febrero de 2010

Los epicenos, en peligro de extinción


Un ‘epiceno’ es un adjetivo o un nombre común que representa o se aplica, invariante, tanto a los sujetos masculinos como a los femeninos. Pueden adscribirse a la condición o cualidad que manifiesta una persona, o a los cargos, profesiones u oficios que desempañan; o para designar las especies animales.

En concreto, son epicenos muchas palabras que terminan en ‘e’, como gente, exigente, intolerante, corriente, moliente, doliente, golfante, danzante, repelente, intransigente, repugnante, delincuente, imprudente, intratable, impertinente, insoportable, ignorante, mequetrefe, badulaque, ... y también otras desgraciadamente en progresiva extinción por la escasez ‘galopante’ (otro epiceno) de sujetos a los que aplicarse: solvente, brillante, competente, insobornable, sapiente, intachable, inmejorable, inteligente, …

No es éste el riesgo, por cierto, de los cargos de presidente o vicepresidente, que proliferan como anófeles sobre charcas, pero que quedan obviamente incluidos entre los epicenos, y son, por tanto, invariantes independientemente del género --masculino o femenino-- de quien los desempeñe. Igual que jurista, ebanista, periodista, ciclista, artista, economista, electricista, etc.; y que, aunque acaban en ‘a’, se adscriben indistintamente a unos u otras; y a nadie se le ha ocurrido, que sepamos, rasgarse las vestiduras por que al señor Zapatero, muy macho él --suponemos--, se le diga ‘socialistA’, terminado en una ‘a’ la mar de femenina; aunque, realmente, más pareciera cuadrarle ‘zapaterista’, es decir: ¡todo!, con tal de seguir en el machito enriqueciéndose aun a costa de arruinar definitivamente a toda España.

Pero, por mor de la estupidez que muestran muchos de los actuales académicos españoles de la Lengua que ocupan sillón gracias al ‘intercambio de cromos’, es decir, al tejemaneje y cambalaches con que juegan diversos grupos de amiguetes que esconden su corrupción bajo el blanqueado nombre de ‘grupos de presión’, los epicenos están auténticamente ‘en peligro de extinción’. Porque estos buenos señores que, algunos, no pasan de novelistas, cuentistas u otro tipo de, en definitiva, engolados escribientes, se apuntan en tropel al amparo de los analfabetos que, por serlo, se inventan barbarismos sin descanso y hacen acabar en ‘a’, so pretexto de feminismo, palabras que son genéricos unisex.

Y así, ahora resulta que la De la Vega es VicepresidentA, a pesar que se trata de un cargo cuya nominación es, por definición, independiente de quién lo ejerza, y aunque su AídO del alma no se atreva a cambiarse el apellido (pero sí, a gastarse 26.000 € en hacer mapas de clítoris para masturbar); y una señora Magistrado se ha convertido en algo tan disparatado y malsonante como ‘juezA’. A este paso, y con los gallegos que se empeñan en hablar castellano antiguo usando aún las ‘f’ en vez de las ‘h’, los vascos que trayendo de aquí y de allá vocablos --como democracia, justicia, etc., que no tenían-- se inventan una suerte de ‘esperanto’ atiborrado de te-zetas, y un catalán que se afana en quitar las ‘oes’ de cierre (ejemplo: concurs de tir al plat) y añadir ‘tes’ de remates (véase el agudo chiste de Mingote), el español va a ser sólo para ignorantAs… ¡eso sí!: muy ‘leídAs y escribidAs’: ¡faltaría más!…